miércoles, 26 de agosto de 2009

Gritos Mudos


Se corta el sueño con un espasmo afilado. Una historia voltea la realidad y comienza a ahorcarme...

Las incertidumbres son dichosas encrucijadas que nuestros esquemas mentales no registran en el pasado. Se paraliza cantina street con un broche de madera y ciervos soplando certezas. El desfile de asesinos va a juicios kitsh, con Ludoviko duce Liberador verdugueando artículos de ficción e incisos porno de relamidas cabelleras. Ludoviko, Ludo o el guapo de la parada, famoso por pucheros de falanges, ronronea lápidas y con paladar serial mastica futuros de redoblantes. Los miedos abundan cómo polvora de gatillo fácil y él mea destinos en árboles prematuros. No hay ritmo, sólo llantos de acordeón.

En la calle, sólo se actúa por sentimientos, sentidos pasionales que son acusados por aquellos verborrágicos doctores del raciocinio. El kiosco permuta narices. Trémula, Fofita, el joven Maceta y Estafa juegan al truco a escondidas, gritando sus respuestas entre pasillos, cada uno desde la burguesa oscuridad. Sin distinciones, no hay nada bueno. Fofita se asusta y gime de placer haciendo jueguitos con una cabeza ensangrentada, mientras no aparta su mirada del póster que un container le obsequió.

Silbidos de aguja en la rotonda. La damita cascotea tiburones de cemento ante la atenta mirada de sauce que sólo el Chispa puede actuar. Una gran secuencia de traje en tiempos en los que la culpa se enfiesta en los armarios de última moda. Un andar swing caracterizó siempre a las mujercitas de esquina, pero ella revolea su lecho y sortea mordiscos heavys para su público. Luego con verba cauterizada por una imagen, invita al fuego, sonríe, seduce y se escapa en un polvo polarizado. Se limpia, se arregla, escupe y camina hacia el puente, donde un nuevo guiño de luces la atragantará.