lunes, 29 de junio de 2009

Noche Uno

La ley de la dignidad me llevó a pasear a la cárcel de las elecciones. Quedé preso por un tiempo. No se si fueron días, meses o años, pero he aquí una crónica de aquellos funerales de autoestima.


Helicopteros en la noche. Una persecución sin luces en las calles. Sólo fantasmas negros que saborean el amargo escondite de una sombra indescifrable.
Las imágenes susurran en una habitación sin espejos. Cuadros se suceden en una suerte de vanguardia de elixir. Discos y libros, cabeza a cabeza, en una puja intelectual.
El ruido urbano grita en las afueras. Pide entrar en escena, pero los ladrillos son jueces estrictos del resguardo solitario.
Un ronquido en la percepción puede llevar a un sueño sin alarmas, ni costumbres. ¿Cuando zarpará el despertar? ¿acaso no ha regresado del navío de recuerdos y presunciones?
La respuesta tiene sustento. El humo pretende un ascenso irrefrenable hacia una panorámica sweet suite.
Un puñado de finales se disputan en un sólo partido. Movimientos sentidos de remordimientos propios y extraños. El lugar perverso del no lugar merodea y frecuenta el espacio. Letras y palabras se aman y se distancian con el enchastre de una tinta paranóica.
Las hélices viborean su curso normal -el persecutorio-. La oscuridad se adueña de los colores, para secuestrarlos en un susto.
El escape está a la vuelta de la esquina. Sólo hay que divisarlo con la perseverancia con la que se embriagan los temores en los bares del miedo.
Si tan solo tuviese un argumento para ser testigo de mi destino... Pero no, no quiero presenciar mi ausencia en una elección.

2 comentarios:

  1. Menos mal que volviste. Se te extrañaba.

    Abz,

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  2. Hola Garchu!
    Amigo, me cabe el orden de las palabras, las imágenes que mostrás. Gracias por compartir

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